María nos llama a la conversión: Uniendo las revelaciones de La Salette, Umbe y Itapiranga
A lo largo de la historia, la Virgen María ha visitado a sus hijos en momentos claves para llamar a la humanidad al arrepentimiento, la oración y la fidelidad a su Hijo Jesucristo. Las apariciones de La Salette (Francia, 1846), Umbe (España, 1961-1988) y Itapiranga (Brasil, 1994-1998), aunque separadas por tiempo y lugar, transmiten un mensaje común: la urgencia de volver a Dios.
La Salette: El llanto de la Madre por los pecados del mundo
En 1846, en una remota aldea francesa, dos niños pastores fueron testigos de una aparición de la Virgen María que lloraba desconsoladamente. Su mensaje fue claro: el pecado, la blasfemia y el abandono del domingo como día del Señor estaban hiriendo profundamente el Corazón de Dios. Ella advertía de castigos si no había conversión, pero también ofrecía esperanza a quienes oraran y fueran fieles. En La Salette, la Virgen no condena: llora por nosotros.
Umbe: El llamado a la oración y a los sacramentos
Décadas después, en Umbe (cerca de Bilbao, España), María se aparece a Felisa Sistiaga, una mujer sencilla y sin formación teológica. Su mensaje se mantuvo constante: frecuentar los sacramentos, rezar el rosario, hacer penitencia y tener una vida eucarística. Aunque esta aparición no ha sido oficialmente reconocida por la Iglesia, su mensaje coincide con el corazón del Evangelio: vivir en gracia, humildad y oración constante.
Itapiranga: Advertencias y esperanza para el mundo moderno
Ya en el siglo XX, entre 1994 y 1998, en Itapiranga (Brasil), la Virgen María junto a San José y Jesús Niño hablaron al joven Edson Glauber, llamando a la conversión urgente. Allí, la Virgen se presenta como Reina del Rosario y de la Paz, advirtiendo sobre los peligros de una humanidad alejada de Dios, especialmente por el aborto, la incredulidad y el desprecio a la Eucaristía. A pesar de sus mensajes firmes, su amor maternal y su deseo de salvar almas fueron el centro de cada aparición.
Un solo mensaje, una sola Madre: ¡Convertíos!
Estas tres manifestaciones de la Virgen, aunque distintas, forman un tejido profético coherente:
La humanidad se aleja de Dios por el pecado, el orgullo y la indiferencia.
Nuestra Madre nos llama a rezar, a acudir a los sacramentos y a vivir según el Evangelio.
El castigo no es un deseo de Dios, sino la consecuencia de nuestras elecciones.
El Rosario es el arma de salvación, y la Eucaristía, nuestro alimento espiritual.
Conclusión
Las revelaciones de La Salette, Umbe y Itapiranga son un eco del mismo corazón maternal que no se cansa de advertirnos, no para asustarnos, sino para despertarnos. Hoy, en medio de una sociedad confundida y dividida, el mensaje de María sigue vigente: “Volved a mi Hijo. Orad. Convertíos. Aún estáis a tiempo.”
Como hijos fieles, escuchemos su voz y respondamos con amor. Porque la verdadera libertad y paz sólo se encuentran en la Verdad que nos hace libres (Jn 8,32).
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